“Los
niños con quienes intimé en la infancia y hasta el principio de la adolescencia
no supieron nunca que su compañero de banco, su condiscípulo o su vecino, que a
veces les aventajaba en los estudios y que otras les iba a la zaga, pero a
quien, de todos modos, estimaban o por lo menos con quien compartían sus
juegos, cambiaban sus trompos o sus bolitas, sus lápices y sus plumas, sus figuras
de mujeres recortadas de las cajas de fósforos o extraídas de las cajetillas de
cigarrillos de sus padres o propias, era hijo de ladrón. Ignoro qué cara
habrían puesto, de haberlo sabido: de extrañeza, seguramente, pues nada en mis
ropas ni en mi conducta ni en mis rasgos indicaba que fuese hijo de una persona
socialmente no respetable. No me sentía, con respecto a ellos, en inferioridad
de condiciones: sus padres, obreros, empleados, médicos, comerciantes, industriales,
mozos o lo que fuesen, tenían sobre el mío solo una ventaja: la de que no se
les tomaría presos si no cuando cometieran un delito, posibilidad de que no
estaban exentos y seguridad de la que no gozaba mi padre más que en los lugares
en que no era conocido, pues en los otros, cualquier policía, por infeliz que
fuese, podía detenerlo, si se le antojaba, nada más que porque sabía quién era.
En cuanto a lo demás eran iguales, es decir, padres, con la diferencia de que
el mío no llegaría a conocer, como el obrero o como el empleado, como el médico
o como el ingeniero, la cesantía o las enfermedades profesionales ni como el industrial
o como el comerciante, las quiebras o la escasez de las materias primas (aunque
quién sabe si la prisión debiera considerarse para los ladrones, un riesgo o
enfermedad profesional). No estaba orgulloso de ello, pero tampoco me sentía
apesadumbrado: era mi padre y lo adoraba y quizá sí, inconscientemente, lo
adoraba más porque era ladrón, no porque su oficio me entusiasmara –al revés,
porque a veces me dolía–, no que lo fuese, sino las consecuencias que el hecho
solía producir”.
Manuel Rojas, Hijo de ladrón (fragmento).
. La figura del padre surge en el recuerdo del niño como
A) la de un buen hombre que lo apoyaba.
B) un ser débil expuesto al riesgo de prisión.
C) una imagen contradictoria: lo adora y teme por él.
D) alguien a quien admira por su oficio.
E) un ser protector y a la vez indefenso
Habilidad: Comprender-analizar
. Frente al oficio de su padre, el narrador del fragmento
A) se
avergüenza y lo mantiene oculto.
B) lo
considera un oficio casi como cualquier otro.
C) siente
menoscabo frente a sus compañeros.
D) se
siente excluido de la sociedad.
E) se
siente débil frente a la policía.
Habilidad: Comprender-analizar
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